La información, como todo proceso de comunicación construye lazos de sentido entre los seres humanos. Cuando se piensa en términos de archivo, este construye, más que una memoria o el simple almacenamiento de documentos acumulados, una entidad de poder que, entre la lucha contra el tiempo, aferrada a la tensión entre la vida y la muerte, y, en consecuencia, proporciona bases para el tejido de una estructura que puede corresponder al Estado y a la identidad individual y colectiva. Por ello se trata de un gesto arquitectónico, pues además de contar con grandes templos que garantizan su sacralización, construyen de la misma forma edificaciones en la mente colectiva que les permite articularse a un ejercicio de ritualidad común en torno a los documentos curadamente meritorios de constituirse como archivo. No obstante, cuando el archivo se vuelve virtual y nómada, la misma estructura cambia y empieza a responder a las arquitecturas, tangibles e imaginarias, de sus propios dispositivos. El
Bitácora de viaje de una nómada en sus expediciones entre medios