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Sobre JSTOR

 


Como la mayoría de mis compañeros, al entrar a la universidad no tenía ni idea del acceso a la enorme cantidad de bases de datos que nos da la Javeriana. De hecho, al pasar de los años, me he dado cuenta que son muy pocos los miembros de la universidad, incluidos profesores, que tienen consciencia de la enorme cantidad de información de la que se dispone con el acceso, totalmente privilegiado, a estas bases que rebasan por mucho el material del que puede disponer la biblioteca misma.

Por una serie de eventos quedé atrapada en dos clases con el mismo profesor (ultrañoño), lo cual resultó ser una fortuna, sobre todo porque me enseñó formas de acceder de una manera rápida y eficiente a la mayor cantidad de información académica posible, lo que además de incluir el manejo de las bases de datos sobre las cuales el ser estudiante de la javeriana actúa como llave de acceso, me llevó a encariñarme e, incluso a obsesionarme con JSTOR, que, a partir de ese momento, se convirtió en mi principal fuente de investigación pues, como lo resaltaba mi profesor, es de las más grandes y completas frente al área del conocimiento de las ciencias sociales y humanas.




Esta base de datos, que, aunque siempre es definida así, no suele autodenominarse como tal y prefiere postularse como archivo y depósito de conocimiento, cuenta con journals de una infinita cantidad de editoriales académicas, además de libros y fuentes primarias digitalizadas con la más amplia calidad para su consulta profunda, al igual que está ligado directamente, con búsqueda integrada, a su base de datos hermana ARTSTOR, ambas pertenecientes a la organización ITHAKA. Por lo que básicamente se convierte en la mejor amiga de jóvenes investigadores, claro está, de aquellos que tienen la llave de acceso.

Un par de semestres más tarde, mi relación con JSTOR entraría en una ambivalencia de la cual no he logrado liberarme pues, aunque todas sus virtudes, ya señaladas anteriormente, me hagan amarla por la gran cantidad información que me ha brindado y su infinita ayuda en todos mis procesos de construcción de conocimiento, gracias a otra clase pude hacer evidente en mi mente toda la oscuridad que rodea tanto a JSTOR como a la mayoría de bases de datos y fuentes de información académica de la red, pues, tuve la oportunidad de conocer a Aaron Swartz y su muy triste desenlace.


Aunque estamos acostumbrados a leer y escuchar casi a diario nombres de personas que han tenido un impacto en la historia de la red, como Mark Zuckerberg , pocas veces se profundiza en la forma en la que ha cambiado radicalmente el consumo de Internet desde una era en la que realmente se podía usar el término navegar para hablar de la relación del usuario con la red, pues accedía a diferentes portales por medio de la búsqueda y la exploración, por ejemplo, si se quería información o contenido de Disney, se debía acceder directamente a la página oficial de Disney y encontrar el material por su cuenta, hasta un momento actual en el que la exploración por Internet se ha reducido a la suscripción, por medio de redes sociales, a los canales de información favoritos de cada individuo que le llevan el contenido a la carta cada día por medio de una fuente central, conocida como su timeline. Es allí donde Swartz cobra un rol fundamental, pues desde temprana edad participó en el desarrollo de la fuente RSS que, entre otras, ha dado paso a Internet como un medio flexible y a la carta para cada usuario, para bien y para mal.

Por ello, resulta tan chocante ver al conflicto político e ideológico, además de legal, en el que, Swartz se enfrentó a JSTOR al descargar 4.8 millones de artículos de la base de datos para ponerlos en libre criculación. Esto, por supuesto, sentó un precedente en Internet que nos permite comprender cómo afectan las formas de circulación de la información a la construcción de conocimiento en común, pues, más allá de tratarse de un conflicto entre un hacker y una compañía, lo que está en juego es la monopolización de información que empaña por completo la idea de un Internet libre, que sirva para el desarrollo científico de las sociedades, o, en pocas palabras, que la promesa de una fuente de información abierta, ilimitada e infinita se fractura con las limitaciones de acceso que privilegian la obtención de información a los individuos o compañías que puedan comprar una suscripción. 

En consecuencia, el acto de Swartz, que tenía acceso a JSTOR por su universidad, se trata de una protesta directa, tanto práctica como simbólica, ante esos flujos de información privilegiada y un llamado a que Internet sea realmente una fuente de conocimiento libre. Y es inevitable, sentir un escalofrío entrañable al entender que dispongo, al igual que todos mis compañeros, del mismo acceso que tenía Swartz a los documentos y, en consecuencia, esto impone una carga ética que al menos debe detonar la reflexión sobre el poder de acceso a la información del que personas como yo disponemos y la tensión de por qué algunos tenemos acceso a ella mientras que una gran mayoría de la población no lo tiene.

Sin embargo, es pertinente dar una mirada hacia al otro lado para comprender con más profundidad el funcionamiento de JSTOR, y así poder evidenciar los hilos que articulan la ecología de información que maneja. 

Según su información oficial de misión, el objetivo de JSTOR no es simplemente generar una gran base de datos llena de información, sino el almacenamiento y conservación de la misma. En consecuencia, su equipo se especializa en la preservación de diferentes formas: a través del cuidado profesional de sus ejemplares impresos para su disponibilidad en caso de necesitar su redigitalizacion, desde un almacenamiento digital flexible que permite la actualización de formatos a los requeridos con el transcurso del tiempo y trabajo directo con editoriales académicas alrededor del mundo con las cuales es posible adquirir, archivar y preservar contenido de una forma eficiente y rápida. Todo esto estructurado bajo la visión de su creador, William G. Bowen, que tenía una fuerte convicción sobre la necesidad de preservación y comunicación de la información y el conocimiento, por lo que JSTOR se convierte en el catalizador del sueño informacional noventero sobre la virtualización del conocimiento que, además de optimizar espacio en bibliotecas, abren el contenido al mundo entero gracias a las bondades comunicacionales de Internet. 

Por estas razones, el trabajo en conjunto entre universidades y bibliotecas con JSTOR incluye todo tipo de contratos que benefician el acceso a la base de datos para la mayor cantidad de personas posibles, sin ignorar, por supuesto, que los costos de suscripción, tanto individuales como institucionales corresponden a el enorme costo que, aunque invisible como la mayoría de las materialidades tras Internet, representa el mantener material físico conservado, infraestructura tecnológica para la sustentabilidad de las bases de datos (lo que incluye tecnología y energía) e innovación en forma de almacenamiento y virtualización. Sin embargo, toda esta narrativa altruista respecto a la información no es suficiente para responder a la tensión que hizo más que evidente Swartz y que nunca quedará resuelta, menos cuando suceden casos como el anuncio de liberación de material extra por la pandemia en el que realmente no hubo claridad sobre cuáles fueron los archivos liberados o si se trataba simplemente de los que ya tenía JSTOR en su biblioteca abierta.

Sea cual sea, en todo caso, la afinidad política que tenga cada persona sobre las responsabilidades informacionales que tienen estos repositorios, es inevitable la evidencia de cómo estas corporaciones manejan un enorme poder en el mundo al tener el control de tanta información y, por estas razones, es fundamental reflexionar críticamente sobre el manejo y acceso de la misma.

Sin embargo, no se puede negar que JSTOR, más allá de ser la base de datos por excelencia para mis búsquedas, y creo con total convicción que también lo es para muchos de mis colegas, es un gran catalizador de lo humano en la red al converger en sí información de fundamental importancia científica y académica para usuarios de todo el globo.

Es innegable el inmenso trabajo en obtención y digitalización de archivo propio de esta compañía, lo cual, de la mano con convenios con editoriales académicas, universidades y bibliotecas alimentan una de las bases de datos académicas más grande el mundo. Con documentos que pueden ser curados por temas que incluyen: arte, historia, economía, estudios nacionales, humanidades, derecho, medicina, ciencias sociales, entre otros. Y que se optimizan en su acceso y legibilidad a través de una plataforma que permite la exploración por temas, títulos, editoriales, autores, búsqueda integrada y búsqueda inteligente.

En consecuencia, JSTOR, con su tamaño y alcance, será siempre una base de datos fundamental en el mundo académico que bajo la enorme gama de matices sobre las tensiones que van desde la misión por la conservación y comunicación del conocimiento humano, hasta la constante pugna por cuál debe ser el rol de Internet como medio en pro de una humanidad que pueda hacer nómada su conocimiento para descentralizarlo de los nichos hegemónicos que controlan el poder económico o, por el contrario, como una estructura de poder que muta para tomar el control de todos los medios emergentes y, en consecuencia, replicar las dinámicas cerradas, secretas y excluyentes del archivo en las redes virtuales.

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