LEE-E hizo parte de los eventos inaugurales de la Semana 11: Manifiestar de la Carrera de Artes Visuales de la Pontificia Universidad Javeriana, con la construcción de una nueva acción de Impresiones de un día, que, en esta edición 2.0, se adhirió al concepto de picnic planteado por la Carrera para generar un espacio de composición gráfica en torno a lo orgánico, la comida y la experiencia sensible de estar presente en un espacio de comunidad en torno a la merienda al aire libre.
En esta oportunidad se
dispuso una serie de cincuenta láminas nuevas realizadas en termoformado para
la elaboración de las imágenes. Estas catalizaron las huellas de elementos
orgánicos —como hojas, flores, semillas, pasto y cáscaras, entre otros—, al
igual que de objetos comestibles, como pedazos de frutas, galletas, papas
—procesadas y sin procesar— y demás piezas asociadas a los lenguajes de lo
consumible, como anillas de lata.
Se propuso la realización de las imágenes en servilletas-blondas de papel que, como variación del formato anterior, además de permitir un uso más libre y creativo en la composición, remiten a la idea objetual de lo comestible, en una propuesta que apela a la sensación táctil y visual de aquello que articula un picnic, pero desde su realización gráfica como publicación.
Es así como, en esta edición 2.0, el proceso de publicación se enfoca en la acción material y gestual que propicia el picnic como espacio de contacto y contemplación del entorno orgánico y de lo comestible, bajo un deleite estético del estar presente.
Como lo plantea
Byung-Chul Han en Loa a la tierra,
existen unas dinámicas dimensionales en la relación entre el control de lo
humano y lo orgánico, que dan cuenta de un proceso temporal donde se negocian
ritmos entre los diferentes agentes vivos y se hacen inminentes los espacios de
quietud y contemplación, contrapuestos a las dinámicas propias de la inmediatez
contemporánea, que dan lugar a una sensibilidad estética de la presencia
espacial (2019). Por ello, desde la reflexión anterior sobre la tensión entre
los estadios semióticos de la huella-indicio y los símbolos-abstracciones, se
plantea un uso de las matrices desde una relación táctil que parte de aquellos
indicios presenciales y experienciales que dan cuenta de un estado de creación
y de impresión que hacen inminente el diálogo con el tiempo de su proceso.
El picnic ha sido un
escenario de amplia representación en las artes visuales desde el siglo XVIII
y, a través de ello, ha desplegado reflexiones profundas sobre el carácter de
domesticación de lo orgánico que conlleva la modernidad. La práctica misma de
comer en un entorno natural, a la vez que controlado, da cuenta de la nostalgia
romántica por los entornos naturales y revela un espíritu de anhelo por la
quietud de los espacios orgánicos, en simultáneo con su capacidad de cambio
abrupto y su ferocidad contenida (Miller, 1989). Por otra parte, también se
revela, a lo largo de su historia, como una suerte de ritual que ha funcionado
para consolidar nociones de clase en torno a su práctica, ligadas, asimismo, a
la industrialización y al anhelo por el ocio conceptualizado como retorno a lo
natural (Miller, 1989).
Es así como el picnic
guarda muchos elementos de las tensiones de la modernidad y se presenta, a la
vez, como una dinámica espacio-temporal de contemplación y de fuga del
frenetismo industrializado y de la cotidianidad urbana, que involucra el lidiar
con las otredades del entorno orgánico, imposibles de controlar o domesticar
totalmente. Desde allí, la artista Kaisu Koski propone el picnic como una
metodología del performance y de la imagen en movimiento, pues, aunque su
práctica conlleva un fuerte peso histórico como acción simbólica en la tensión
entre clases, la horizontalidad que implica, tanto de lo humano como de lo
comestible —pues se tienden ambos sobre el césped—, hace inevitable el contacto
con otredades radicales y con el carácter incontrolable del medio ambiente
(2024).
La reflexión
propuesta desde LEE-E implica, así, tener en cuenta estos elementos para pensar
el picnic mismo como una potencial metodología de la gráfica, que involucra el
hacer consciente de la reproducción desde las matrices a través del contacto,
en un proceso gestual con sus demandas temporales y bajo las condiciones
atmosféricas de la espacialidad al aire libre.
Los elementos
orgánicos desde los que se construyeron las matrices no son de fácil
reproducción por sus propias cualidades corpóreas y representarían un reto para
un ejercicio de frottage directo, por lo
que la captura a través del calor, mediante el termoformado, resulta vital para
su reproductibilidad, que posteriormente se concreta por medio del carácter
táctil del gesto con los crayones. En consecuencia, hay un ejercicio de
remediación de largo aliento que le otorga al proceso de publicación una serie
de capas y estadios en los que se involucra una temporalidad propia y un
accionar gráfico que convoca tanto a la colectividad como al contacto.
Como parte de la
reflexión sobre aquello incontrolable en relación con las otredades que
atraviesan el picnic desde lo orgánico, se dispuso también una serie de seis
sellos de insectos, hechos en grabado en relieve con borradores como superficie
de matriz. Esto involucra, además, la noción de bug proveniente de la informática, pues, de la misma forma
en que las criaturas simplemente aparecen en el entorno e interpelan aquello
que está definido o programado desde la disposición humana del picnic, los
errores que surgen en los softwares
provienen de aquello que no logró organizarse o delimitarse en su escritura,
generando una irrupción en su entorno. Todo ello en un paralelismo que remite a
los límites de lo programable.
El formato, por su
parte, además de remitir a la semiótica de lo comestible, despliega una
reflexión sobre su cualidad misma como soporte de alimentos, que cataliza
aquellos elementos dispuestos desde la gráfica. Por otra parte, permite unos
diálogos particulares de composición desde lo circular, que dan lugar a
potenciales juegos cromáticos, narrativas y apropiaciones de las imágenes.
Como contraste con la
noción de huella y contacto, también se dispuso un panel metálico —bajo la
misma diagramación anterior de Impresiones de un día— que podía ser intervenido con el uso de magnéticos de los íconos
de Power Point. A los participantes se les invitó, entonces, a construir sus
impresiones en el panel, lo cual generó composiciones sintéticas y abstractas
propias de las lógicas digitales.
Con todo, se generó
un espacio reflexivo en torno a la noción de picnic, en el que fue posible
repetir el ejercicio de frottage
propuesto en su versión anterior, pero bajo las particularidades de un enfoque
sobre lo orgánico, la huella y la interrelación que genera el espacio de
encuentro en torno a la comida.
Participantes del proyecto:
Conceptualización y diseño del proyecto y de la publicación por María Alejandra Escobar, Andrea Cruz, Ana María Cortés, Clara Unigarro y Ronald Meléndez.
Construcción de matrices por María Alejandra Escobar, Andrea Cruz, Clara Unigarro y Ronald Meléndez.
Diseño, conceptualización y realización de los sellos por Clara Unigarro.
Realización de contenido para redes por Andrea Cruz y Ana María Cortés.
Facilitación de la actividad por Alejandra Escobar, Andrea Cruz, Ana María Cortés y Clara Unigarro.
Bibliografía:
Han, B.-C. (2019). Loa a la tierra: Un viaje al jardín. Herder.
Koski, K. (2024). Picnic methodology: Rethinking multispecies relationships through alfresco meals. Sheffield Hallam University Research Archive (SHURA).
Miller, A. L. (1989). Nature’s transformations: The meaning of the picnic theme in nineteenth-century American art. Winterthur Portfolio, 24(2/3), 113–138. The University of Chicago Press.
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